Viviéndonos



Pense que nunca volverías a la vida y que jamás me despertarías de mi agonía. Creí que la ilusión de sentir, de estar y de ser, era solo una utopía que imaginé en el sueño del abismo.
Muchas veces traté de no llorarte y dejar que mis lágrimas se contuvieran con los recuerdos de tus besos; pero hoy nuevamente lloro, aunque esta vez, por no entender que la felicidad de mi resurrección conlleva la angustia permanente de alcanzarla a segundos difusos de mi vida.
Aún asi te recorro con mi mirada y dibujo lentamente mi nombre en tu cuerpo. Una y otra vez desgarro con mis dedos cada rincón de tu piel, deletreandome en la profundidad de tu calor, el mismo que estampas en mi pecho.
Y ahí estás otra vez: indefenso, manso, tranquilamente mío. Derrotado por mis besos, pero vivo con mi respiro. Aquí estas, de nuevo junto a mí, tristemente buscando ser feliz; y aunque sea un segundo el tiempo que sonríes, no te importa, porque sientes que solo junto a mí eres feliz.
(Y asi continuamos descubriendonos)...
Ahora, nuevamente te detienes ante mis ojos, viéndonos solamente por la luz que irradian nuestras miradas. Y eres tú, solo tú, mi alma, mi respiro, mi aliento y mi ser. Estás. Me miras. Me hablas sin decir nada, mientras una lágrima recorre mi rostro, porque nunca fui tan feliz como en aquel instante.
¡Es increible! ser felices sin hablar, sin decir, sin hacer; solo sintiendo que estabamos ahí, en el circulo más íntimo de nuestras vidas, tratando de plasmarnos esperanza, amor, sueños y calor.
Pero, inesperadamente llegaron a nuestro encuentro las lágrimas...primero yo, que te miraba sin poder contener la emoción de mirarte; y luego tú, que llorabas porque no querías que te mirara con mis lágrimas.
Y lentamente, dibujaste en mis labios un beso, y secaste con tu aliento mis miradas. Y volvimos a mirarnos, porque no había en el mundo nada que interrumpiera nuestro destino. Solo importabas tuyyo, que ya eramos una palabra perdida en el espacio del silencio, de la emoción y del deseo que acompañaba nuestro caminar.
Pero, inesperadamente llegaron a nuestro encuentro las lágrimas...primero yo, que te miraba sin poder contener la emoción de mirarte; y luego tú, que llorabas porque no querías que te mirara con mis lágrimas.
Y lentamente, dibujaste en mis labios un beso, y secaste con tu aliento mis miradas. Y volvimos a mirarnos, porque no había en el mundo nada que interrumpiera nuestro destino. Solo importabas tuyyo, que ya eramos una palabra perdida en el espacio del silencio, de la emoción y del deseo que acompañaba nuestro caminar.
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